El Cementerio del Diablo by Anónimo

El Cementerio del Diablo by Anónimo

autor:Anónimo [Anónimo]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
editor: Ediciones B
publicado: 2011-03-23T16:00:00+00:00


Treinta y uno

Sánchez tenía aún reciente la impresión que le causó haber logrado huir de los zombis cuando, después de dejar la moto aparcada, los tres entraron por fin en el hotel. En circunstancias normales, aquel viaje nocturno en moto habría sido muy emocionante, pero tras los horrores de lo que acababa de ver en el desierto le pareció completamente anodino. Todavía estaba intentando asimilar el hecho de que había estado cavando una tumba para su amigo Elvis y para él, y de que había visto ejecutar a dos hombres con toda frialdad. Y aquello había tenido lugar antes de que aparecieran los muertos vivientes surgiendo de la tierra con la pretensión de devorarlo. Con todos aquellos pensamientos dando vueltas en su mente, sin duda era un Sánchez muy abatido el que siguió a Gabriel y a Elvis hasta la entrada del hotel y después hasta el bar.

Gabriel, con su enorme y voluminoso corpachón, el conjunto de cuero típico de los moteros, el cráneo afeitado y los numerosos tatuajes, destacaba entre todos los demás huéspedes del hotel. Sánchez, gracias a la experiencia que tenía de camarero, sabía que a Gabriel le servirían con prontitud. No había que hacer esperar a los tipos grandes y con pinta de tener malas pulgas.

—Tres botellines de cerveza —pidió Gabriel a la chica que estaba detrás de la barra.

Valerie le echó una ojeada y, murmurando algo en voz baja, se giró rápidamente hacia el frigorífico de pequeño tamaño que tenía a su espalda. Cogió tres botellines de Mono Cagón, les quitó la chapa con un abridor que llevaba colgado de una cadena al cinto y los puso encima de la barra.

Gabriel le lanzó un billete de cincuenta dólares, cogió las cervezas y se volvió hacia Elvis y Sánchez.

—Vamos a sentarnos en una mesa a hablar de lo que estamos haciendo aquí todos. —Le hizo una seña a Elvis con la cabeza—. Puedes empezar contándome a quién tiene encargado eliminar Angus.

—Ahora mismo, Gabe.

Sánchez recorrió el bar con la mirada. La distribución del mismo, con las mesas muy desperdigadas entre sí, permitía tener conversaciones privadas sin peligro de que las oyeran otras personas. Y estaba claro que aquélla iba a ser una conversación privada.

Al fondo, en el rincón que estaba más lejos de la barra, había una zona situada un poco más alta. En el resto del salón muchas de las mesas tenían una o dos personas sentadas, pero en aquel rincón estaban todas vacías. Elvis guio a los otros hacia una de ellas. En la pared, unos metros por encima, había un altavoz grande y de color negro por el que se oía una suave música de fondo, lo cual ayudaría a proteger la conversación de cualquiera que sintiera curiosidad por saber de qué estaban hablando un motero gigante, un tipo caracterizado de Elvis y un camarero regordete.

Sánchez tomó asiento al lado de Elvis, en una de las dos butacas tapizadas de color crema. Ambos quedaron de espaldas al salón, mientras que Gabriel se relajó al otro lado de la mesa, con la espalda hacia la pared.



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